No recuerdo cuándo escribí este poema, pero de vez en cuando relata el mundo con precisión, seguramente porque nada se desvanece del todo o quizás porque a veces, la vida parece, más que una vida, una composición musical enmarcada en el serialismo:
Mares en los ojos, ríos
De soledad recorren nuestro cuerpo;
Glaucos abismos. Recónditos
Secretos desde las arterias
Absorben el miedo y lo almacenan tan vecino
A la cotidiana memoria
Que sólo el leve roce,
La sutil brisa del acaso lo despierta
Engrandecido:
Como un desierto de horizontes infinitos;
Como un desierto de círculos sin lágrimas.
Como una vejez de arena.
La soledad es el miedo que se mira
Sin pausa; el brillo del ojo
Que mira al ojo.
El 13 de enero de 2013 lo leí por primera vez. Entonces me emocionó, hoy no he podido contener las lágrimas. ¿Qué ha cambiado? Nada, o la música