UN RECUERDO: CHISPAS DE MEDEA

Ya os conté que releo a Eurípides estos días; esta nota es sólo para defender su recuerdo contra los que siempre le han acusado de misógino: un trágico como él había de utilizar los lugares comunes de su época para ridiculizarlos: eso pienso yo, falsa misoginia, como cuando hace decir a ese paradigma del egoísmo, Jasón, semejante exabrupto:
«Los hombres deberían engendrar hijos de alguna otra manera y no tendría que existir la raza femenina: así no habría mal alguno para los hombres.» (Medea, fr, 575). Jasón es el misógino, no Eurípides.

Sin embargo cuando habla su Medea, lo hace de muy otra forma, y esta vez no hay ironía alguna sino justo lamento y desesperada actitud (es necesario para la perfecta comprensión de este párrafo extraído, el conocimiento de las costumbres sociales, de la situación de la mujer, que en muchos aspectos y culturas apenas han variado, y en la nuestra, sólo en el envoltorio a lo que parece, y de los tremendos peligros de los partos en aquellas épocas, de la cantidad de mujeres que morían en el hecho o intento):
«…De todo lo que tiene la vida y pensamiento, nosotras las mujeres, somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo, o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo. Y cuando una se encuentra en medio de costumbres y leyes nuevas, hay que ser adivina, aunque no lo haya aprendido en casa, para saber cuál es el mejor modo de comportarse con su compañero de lecho. Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el éxito y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, mejor es morir. Un hombre, cuando le resulta molesto vivir con los suyos, sale fuera de casa y calma el disgusto de su corazón. Nosotras, en cambio, tenemos necesariamente que mirar a un solo ser. Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. ¡Necios! Preferiría tres veces estar a pie firme con un escudo, que dar a luz una sola vez.»

Nota bene: He seguido para estas extracciones la edición de Alberto Medina González y Juan Antonio López Férez, publicada por Gredos en 1977.

Iba también a colgar algún cuadro que represente a Medea, pero todos, todos son tendenciosos. Ojalá aparezca alguien que la represente con la justicia que hasta ahora se le ha negado; ojalá alguien comience a leer Medea con eso que un querido amigo llamaba «amor compasivo».
Y Medea me cae bien: No hay cuadro.

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