AFRODITA: UN POEMA

Después de una larga antipatía (bilateral) con mi ordenador y a consiguiente agrafia, una circunstancia excepcional (la estancia de mi hija en casa y su décimo sexto aniversario) me hace retomar el blog y apuntar este poema, no sé si bueno (sí sé, pero más vale que me calle), pero sí muy querido por mí; pero además, otra circunstancia me ha puesto sobre el teclado: los últimos apuntes de Mera («Desde un faro») con tanto acierto como justo cabreo, apuntes que me han hecho sentirme como un vago impenitente, así que aquí, de nuevo y, aunque el cabreo de Mera se suma a mi propio cabreo, no voy a daros hoy sino un poema, y un poema de amor, o más bien a la atracción del Amor. A su belleza enigmática.
Es verdad que nos rodean los imbéciles, cretinos codiciosos, estultos de grandes bocas delanteras por donde salen memeces sin cuento y enormes culos traseros por donde entra de todo, pero hoy no tengo ganas de hablar de ellos, ni de que me quiten un segundo de este día en que mi hija cumple sus diez y seis años, y graba así de bien el recitado del poema que escribo más abajo

ELLE DANS L’ECUME

«Toda mujer quisiera
en una noche encapotada y fiera
estarse a solas abrazando al mar.»

Eduardo Marquina.

A ella no le gustan las aves,
Ella todas las aves ausenta:
Cormoranes, abubillas,
Garzas, pardelas, tarabillas, cernícalos suspensos,
Rapidísimos halcones, gerifaltes, malvasías,
Oropéndolas y porrones osculados.
Incluso las águilas calzadas o la grulla
Damisela ignora.

Ella tiene puertas y ventanas;
Las abre o las cierra desde dentro
Con un código sencillo o complicado
Cuya clave las aves desconocen,
Cuya clave es un misterio para los seres que viven
De vivir. O del aire.

Ella es un tesoro en un tesoro
Escondido, oculto entre pliegues de miradas
Oferentes y barreras infranqueables.
Nace de la espuma de remotos mares
Y en ella se oculta con labios que llaman
Rechazando.

En ella son océanos los ojos y en ello
Los seres del aire caen, creyendo que el Azul es azul,
Y siendo abismo oscuro
Lo que era luz ayer es hoy desasosiego.
Y es que puede amar, mas cuando ama
Se oculta.

Mira pasar más allá de los cristales
Los seres que viven en el aire. Los mira, y
Puede que llame a alguno, como al acaso,
Y lo incendia en los ojos por detrás de sus ventanas,
Y ella lo ve, y a veces tiembla de placer como
Tiemblan los papiros en la leve brisa de la aurora.

Quizá ahora (radiante) extienda las dos manos
Entreabriendo la dúctil ventana, aspire el humo
Del ser en llamas que sólo quiere el tacto,
El roce, la caricia con que seguir ardiendo
Y morir. Y el juego cambia; y Ella se recoge;
Y cierra la ventana. Y sucede el frío oscuro, no la muerte

Anhelada, no los labios, no la Palabra: Frío
Del abismo mudo, la vida
Suspensa en los ojos sin remedio,
La cruel incertidumbre que el aire
Dosifica, tan avara, que el ser del cielo,
Ya fuere chova o collalba a veces vislumbrada,
Boquea e intenta remontar un vuelo
Que no es vuelo, sino un ser por la nada. Malherido.

Le gusta el mar, ama
Descubierta el mar. Sueña que el mar
Entra en su lecho aparente y, solícito,
La roba y la retorna
Al verdadero, a la venera entre radiantes
Espumas, olas doradas que de sus cabellos parten
A las orillas albas, los días prometidos,
Silentes ocasos, atónita calma.

Azures horizontes,
Glaucos espacios fronteras imprecisas
Que no reconoce más allá
De sí misma, la palidez de la piel, los ojos
Que beben toda la luz con un deleite
Que sólo ella reconoce y dosifica.

Cintilan los ojos cuando brilla
El mar, cuando en ellos reverberan estrellas
Y planetas en la prístina noche.
Mas apresa la luz: no la devuelve,
No devuelve estrellas y planetas
Sino que los hace arcanos sólo por ella compartidos.

Besa el mar con temblores que recuerdan
Primeras entregas, ignorando acaso
Que es furia masculina la amenazante espuma
Que envuelve y ciega,
Que la aturde, porque el mar sólo es abismo
Y muerte. Y vida renovada.

Besa el mar, sí, y en cianóticos labios
Se disuelve ya olvidando el nombre
Con que los lejanos
Seres que viven en el aire sueñan
Cada noche: Recoge en el cabello
La última arena. La sal.

Y ya no es Ella, es Afrodita
Naciendo y muriendo cada instante
Para los seres del aire, para los evos que destilan
Por sus ojos, por las manos que acarician
Reclamando:
Por el cuerpo de seda. Por Tu cuerpo de seda.

Renace el sol por la Punta de la Media Naranja;
Tomo café: las nueve de esta mañana en que
Alfred Schulz dirige a la Sinfónica
De Leningrado: “Mi Patria”, Smetana (Vysehrrad,
Moldavia, Sarka, Blanik), recorre mis venas
Y mi memoria hasta la lágrima. La certeza:
No hay más patria que la que se elige; no hay más dioses
Que los que miro con la punta de los dedos.