El otro día recomendé a un amigo, un libro, pero también lo he hecho a algunas otras personas aluna de las cuales acabó entusiasmada con la lectura.
Así que hoy hablaremos de:
¡Químicos, jajaja!
Es curioso este denominador común -la química- para dos artistas tan diferentes y tan lejanos: diferentes en su arte y lejanos en la geografía y en el tiempo. Sin embargo ambos personajes eran muy cercanos -aparte del oficio- en sus cualidades personales de bonhomía, término este que ya no se usa porque quizás la bonhomía está pasada de moda y priman más liderazgos más o menos evanescentes, cretinismo y sociopatías.
Uno, músico y el otro, escritor: ambos químicos. Aleksandr Borodin 1833-1887) y Primo Levi (1919-1987): como veis, cien años separan sus muertes y una serie de diferencias, sus vidas.
Borodin fue hijo ilegítimo (lo mismo que sus dos hermanos) del príncipe Luká Stepánovitch Gedevanishvili y, lo mismo que sus hermanos, fue registrado como hijo de uno de los sirvientes, pero incluido en el testamento, a resultas de lo cual pudo estudiar y llevar una vida acomodada y terminó siendo médico del hospital de la Armada, profesor de química (materia en la que se especializó) en la Academia militar de química, pianista y compositor, aparte de dominar -además de su propia lengua- el francés y el alemán. En el año ’63 fue alumno de Mili Balákirev estando ya casado con la famosa pianista Ekaterina Serguéievna Protopópova. Como me he referido a la bonhomía, os diré que Borodin -muy adelantado a su época- defendió persistentemente los derechos de las mujeres, y no sólo con palabras sino con hechos: fundó la Escuela de Medicina para mujeres en San Petersburgo. Formó parte del Grupo de los cinco o el Gran puñado (Mogúchaya kuchka) con Balákirev, César Cui, Modest Músorgski y Nikolái Rimski-Kórsakov, siendo este último junto con Aleksandr Glazunov quienes acabaron su famosísima ópera»El Príncipe Igor que la muerte dejó inconclusa y de la que extraigo una curiosa versión de las Danzas Polovstianas) debida a la Compañía de ópera de Kirov dirigida por Valeri Guérguiev, música que podréis escuchar mientras leéis (si es que habéis llegado hasta aquí) la noticia siguiente.
Decir tan solo, puesto que los datos de su obra y demás están a mano en cualquier enciclopedia de música o común o en google, que a Borodin (junto con Adolphe Wurtz) deben los químicos la llamada Reacción aldólica muy importante en la química orgánica, y la reacción conocida como Reacción Borodin -Hunsdieker.
Y ahora, vamos con Primo Levi.
Que aunque nació en el seno de una familia acomodada y liberal no pudo llevar una vida tan cómoda como la de Borodin ¿Y eso?, se preguntará alguien: pues porque era judío, claro y se licenció en Química justo en 1941, así que -por su condición, pero sobre todo por la maldad y estupidez del régimen fascista- le costó mucho encontrar medios de vida, trabajando incluso en forma clandestina. Se hizo partisano con algunos amigos, todos novatos y sin entrenar, así que le pillaron pronto (1943) y esta vez, su condición de judío le salvó la vida puesto que las leyes raciales obligaban a los fascistas a deportar a Alemania a los judíos; por partisano, lo hubieran fusilado en el acto. Acabó en Monowitz, unos de los complejos de Auschwitz donde aguantó vivo casi un año hasta que fue liberado por el Ejército rojo. Seiscientos cincuenta judíos fueron deportados con él, veinte sobrevivieron: Primo Levi, uno de ellos.
Retornó a Italia y trabajó como químico en Turín. Y comenzó a escribir: Primero, Si esto es un hombre, sobre el Campo, y luego La tregua, sobre su vuelta a casa, sus memorias más conocidas, pero escribió también otra, Momentos de indulto, y una más, la que traigo hoy aquí (aunque toda su obra es interesantísima, enorme y necesaria), El sistema periódico.
Escribió también una colección de relatos, La torcedura del mono y un manifiesto, Los hundidos y los salvados, en donde afirma estar libre de rencor pero no poder ni querer perdonar al pueblo alemán lo que hizo.
El sistema periódico, del que alguien escribió que es el mejor libro de ciencia jamás escrito, es realmente una maravilla, una delicia para el lector. No diré nada de su contenido porque siempre es sorprendente para el que se acerca a él por primera vez y no quiero fastidiar a nadie la sorpresa, el asombro, el de verdad, no el del muñequito ese de feisbú, tan sólo que no hay que ser aficionado a la divulgación científica para disfrutar de este libro, cuyas páginas siempre están imbuidas de una especie de niebla o bruma de melancolía.
Leedlo, comentadlo a tras personas: os hará pasar un rato magnífico y haréis un favor a los demás.
Primo Levi -como tantos otros: Paul Celan, Jean Amèry, etc- se suicidó el 11 de abril de 1987, sin dejar nota ni despedirse, sumido en su propia soledad.